Tras el horror de las matanzas en Gaza, resulta éticamente ineludible revisar algunos presupuestos comúnmente divulgados. Ya no es el Derecho Internacional, con las Naciones Unidas velando por la paz, los derechos humanos y la seguridad, quien dirige el mundo. Un “orden criminal”, en palabras de Eduardo Galeano, lo ha suplantado imponiendo la codicia de unos pocos, la depredación y la barbarie. Guerras ilegales basadas en la mentira, 16.000 muertes diarias de menores por hambre, grave deterioro ecológico, hundimiento de la economía por la global estafa financiera, “patente de corso” de los poderosos para incumplir resoluciones y bombardear a la población civil…lo evidencian.
Los detentadores de este poder se identifican por dos rasgos: la impunidad y un enorme poder para moldear, según sus intereses, a la opinión pública; pues, además del poder financiero, militar y político, son los dueños de los grandes medios de comunicación (influyentes empresas de relaciones públicas e industria del ocio incluidas). La impunidad evita la reparación de la injusticia y permite futuros saqueos y matanzas. El lavado de cerebro conforma a una población sumisa y tolerante con lo intolerable. El sistema educativo, que es algo más que la escuela, colabora al entontecer, embrutecer y deshumanizar.
Se dice de Israel y de EEUU que son estados democráticos. Pero una democracia verdadera no mataría a menores en “legítima defensa” ni utilizaría la guerra con fines electorales. ¿Cómo puede llegarse a esto? En el capítulo de la propaganda,Saramago dice que las palabras no matan, pero ayudan a justificar el crimen Lo de Gaza no son “represalias”, ni “operaciones militares” son “combates cuerpo a cuerpo”. Extraña guerra en la que sólo hay un ejército. Si terrorista es el desesperado suicida, terrorismo de estado a gran escala es lo que practica Israel. Un terrorismo que, a diferencia del otro, es maquillado por los medios y consentido por gobiernos y organismos permeables a las influencias y al poder financiero israelí.
No es posible la paz sin la justicia. La ONU ha de ser una organización verdaderamente independiente, con financiación ajena a las potencias, con un sistema democrático sin derecho de veto, con fuerza moral y efectiva para obligar a los intocables a cumplir las resoluciones y no practicar el doble rasero. En un mundo verdaderamente regido por el Derecho, los gobernantes responsables de crímenes contra la humanidad como los perpetrados en Gaza e Iraq deberían ser juzgados y condenados.
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