viernes, 2 de enero de 2009

UN POEMA PARA GAZA

Nunca conocí la muerte hasta que vi el bombardeo de un campo de personas refugiadas.
















Cráteres repletos de tobillos desfigurados y torsos esparcidos.
Sin señal de una cara, sólo un grito desvaneciente.
Nunca comprendí el dolor.
Hasta que una niña de siete años aferró mi mano.
Me miró con sus suaves ojos marrones, buscando respuestas.
Pero yo no tenía ninguna.
Tenía aliento mudo y plumas secas en mi bolsillo trasero.
Que no podían llenar páginas de comprensión o resolución .
En su otra mano tenía la llave de la casa de su abuela.
Pero no pude abrir la celda que enjaulaba a sus hermanos mayores.
Dijeron: nuestras hondas lanzaron sueños para que el otro lado sienta la presencia de nuestro padre.
Artesano
Construyó casas donde nadie construía.
Y cuando cayó, guardó silencio.
Una bala calibre .50 desgarró su cuello y sus cuerdas vocales.
Demasiado cerca del muro.
Su martillo debe haber sido un arma.
Él debe haber sido un arma.
Usurpando montes y demografías de asentamientos .
Así que su hija estudia matemática.
Siete explosiones por ocho cuerpos.
Igual cuatro resoluciones del Congreso.
Siete helicópteros Apache por ocho aldeas palestinas.
Igual silencio y una segunda Nakba.
Una tasa de natalidad menos su tasa de natalidad.
Igual un mar y 400 aldeas re-erigidas.
Un Estado más dos pueblos… y no puede dejar de llorar.
Nunca conoció la revolución o la ecuación adecuada.
Lágrimas sobre el papel con la yema de sus dedos.
Buscando respuestas.
Pero sólo tiene maestros.
Mira hacia el cielo y ve estrellas de David que demuelen la escualidez con misiles hellfire.
Ella recuerda palabras y recuerdos de su último abrazo antes de volverse y caer.
Ahora bombea agua sucia de pozos, mientras los asentamientos dividen y vencen.
Y el asesino de su padre sentado frente a la playa con jerga europea.
Ella recuerda palabras, mientras ellos piensan en reversa.
En nociones obscenas y confusión indígena .
¡Es nuestro país!, dijo ella.
Tiene siete años.
Y no necesita un libro de historia o un maestro de escuela.
Tiene estos muros, este cielo, su campo de refugiados.
No conoce la ecuación adecuada.
Pero ve mis plumas secas.
Ya no espera mis respuestas.
Sólo sujeta la llave de su abuela… buscando tinta.

Remi Kanazi es colaborador frecuente de Global Research.

2 comentarios:

  1. hola amigo,paso a darte las gracias por tu visita a mi rinconcito,me alegro mucho que te guste,pasa cuando lo desees.estoy muy apurada de tiempo,en otra ocasion entrare para leerte mas despacio.
    te dejo la pagina donde yo encontre mi contador de visita que es la misma del mapa(http://feedjit.com/join/)en ella te van diciendo como lo tienes que hacer y si tienes algun problema no dudes en comunicarmelo.

    si no te molesta te agrego a mi blog.
    de nuevo gracias,besos

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  2. Crearon las guerras para poder escribir poemas, filmar películas, reproducir reportajes, aniquilar humanos para que no se llenara demasiado la tierra de estos intrusos, o para que no murieran de hambre. Pero no se dieron cuenta de que habían otras formas de afrontar los problemas y las artes.
    Muchos besos. Eso necesitamos muchos besos...

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